Orígenes
de la Orden Tercera, de los Penitentes Seglares
En tiempos de San Francisco
ya existían asociaciones seglares de tipo penitencial, muy variadas y sin
conexión entre ellas, surgidas, por lo general, a la sombra de hombres santos,
monasterios, canónigos o movimientos religiosos. También los movimientos
evangélicos o pauperistas, católicos o no, contaban con este tipo de rama
secular, e Inocencio III aprobó la forma de vida de algunas de ellas, como los
Humillados de Milán (1201) y los Pobres Católicos (1212).
Los Penitentes, por tanto, ya
existían individual y corporativamente, antes que San Francisco fundara el Orden
de los Hermanos y Hermanas de la Penitencia. Él mismo y sus compañeros, antes de
la aprobación de la Regla, se autodenominaban "Penitentes de Asís". Por tanto,
no puede decirse que él fuera el fundador de todos, aunque sí de aquellos que,
animados por el ejemplo y la predicación suya y de sus hermanos, quisieron
llevar una vida más austera y evangélica, sin abandonar sus casas y sus
compromisos familiares o laborales.
Puesto que la predicación de los
hermanos menores consistía en exhortar a la conversión o "penitencia", no es de
extrañar que pronto surgieran en torno a ellos un núcleo de seglares deseosos de
vivir como penitentes en sus propias casas.
La idea de fundar la Orden
franciscana seglar parece que le vino a Francisco a raíz de una predicación en
Cannara (1212), cuando muchos de sus habitantes, hombres y mujeres, querían
marcharse con él. Según el autor del Anónimo de Perusa, muchos casados decían a
los hermanos: "Tenemos esposas y no nos permiten abandonarlas, Enseñadnos, pues,
un camino para poder salvarnos". Y fue entonces cuando "fundaron una Orden que
se llama de Penitentes, y la hicieron confirmar por el sumo Pontífice".
Que san Francisco fundó la Orden de
los Penitentes o Terciarios lo dicen todas las fuentes primitivas, empezando por
fray Tomás de Celano, el cual, al describir poéticamente en su Vida Primera
(1228-29) los primeros frutos de la predicación itinerante del Santo y de sus
compañeros, añadía que “por todas partes resonaban himnos de gratitud y de
alabanza, tanto que muchos, dejando los cuidados de las cosas del mundo,
encontraron, en la vida y en la enseñanza del beatísimo padre Francisco,
conocimiento de sí mismos y aliento para amar y venerar al Creador. Mucha gente
del pueblo, nobles y plebeyos, clérigos y legos, tocados de divina inspiración,
se llegaron a San Francisco, deseosos de militar siempre bajo su dirección y
magisterio. Cual río caudaloso de gracia celestial, empapaba el santo de Dios a
todos ellos con el agua de sus carismas y adornaba con flores de virtudes el
jardín de sus corazones. ¡Magnífico operario aquél! Con sólo que se proclame su
forma de vida, su Regla y doctrina, contribuye a que la Iglesia de Cristo se
renueve en los creyentes de uno y otro sexo, y triunfe la triple milicia de los
que se han de salvar”. Y concluye: “A todos daba una norma de vida y señalaba
con acierto el camino de salvación, según el estado de cada uno".
Poco después, fray Julián de Spira
(1232-1235) veía en las tres iglesias restauradas por Francisco el signo de las
tres Órdenes que él fundó, dando “ley” a cada una, y explicaba que “la primera
quiso que el nombre de Hermanos Menores fuese, en medio están las Pobres
Señoras, y Penitentes de uno y otro sexo abraza la Orden Tercera”. De la Orden
de los Penitentes dirá en otro momento que “no es de mediocre perfección, y está
abierto a clérigos y laicos, vírgenes y continentes y casados, y comprende, para
su salvación, a ambos sexos”.
También la Leyenda de los
Tres Compañeros relaciona las tres Ordenes fundadas por él y confirmadas cada
una “en su momento, por el sumo pontífice" con las tres iglesias que restauró, y
con la Santísima Trinidad, de la que el santo fue muy devoto. San Buenaventura,
por su parte, dice que "numerosas personas, inflamadas por el fuego de la
predicación, se comprometían a las nuevas normas de penitencia según la forma de
vida recibida del hombre de Dios"; y explica que dicho estado de vida estaba
abierto a clérigos y seglares, vírgenes y casados de ambos sexos y que fue San
Francisco quien determinó que se llamaran "Hermanos de la Penitencia".
Después del Concilio Vaticano II, en
un clima de mayor compromiso y de mayor autonomía, reconocida a las
organizaciones seglares comprometidas especialmente en la vida cristiana y en el
apostolado, con la aportación de destacados terciarios de todo el mundo, se
redactó la Regla actual, que el papa Pablo VI aprobó con la bula "Seraphicus
Patriarca" del 4 de junio de 1978.
La Tercera Orden Franciscana, o la
Orden Franciscana Seglar, como hoy se llama, ha dado la Iglesia un gran número
de Santos y Beatos. Entre los literatos, artistas y científicos que han dado su
nombre a la Orden conviene destacar a Giotto, Dante, Palestrina, Perosi,
Galileo, Galvani, Volta, Cristóbal Colón, Lope de Vega, etc., todos personajes
que, haciendo honor a San Francisco, han dado testimonio de su gran intuición de
hacer asequible a todos su estilo de vida religiosa.